De la gran variedad de datos que un potenciómetro aporta para el entrenamiento de un deportista, el TSS® es uno de los más importantes, es uno de los que el triatleta debe de conocer para saber interpretar sus sensaciones a la perfección y que al tiempo indica una cifra clave que científicamente ha sido bien contrastada.
A modo de pequeño recordatorio, el TSS (Training Stress Score®) indica el estrés (la carga) al que se somete al organismo en un cierto periodo de tiempo. Dicho de otra forma, nos indicaría la exigencia física que un estímulo supondría para el deportista, un dato clave para planificar su temporada, sus entrenamientos y sus competiciones.
El TSS se obtiene a partir de otros parámetros individuales entre los que han de ser medidos el FTP, la NP® y el IF®. Además, el tiempo también interviene en la ecuación. Una vez calculado, el TSS arroja una cifra que cuando mayor es, más estrés indica. Así, una sesión con un TSS de 300 nos informa de que se ha sometido a mayor exigencia al organismo que en una sesión de 100.
La fórmula exacta se presenta así: TSS = (segundos*NP*IF)/(FTP*3600)*100. Esta cifra ha resultado en uno de los valores clave al tener en cuenta las dos grandes variables del entrenamiento: la calidad (intensidad) y la cantidad (tiempo) de un estímulo. Por ello, a más intensidad y/o más tiempo, más crece el TSS. Y aquí es donde es importante detenerse a analizar y relativizar.
El entrenador o el deportista deben de saber valorar adecuadamente cada dato de TSS ya que en él hay mucha información que interpretar. Por ejemplo, si en dos entrenamientos se alcanza un TSS de 90 pero esas sesiones han sido de una y dos horas de pedaleo respectivamente, se ha de pasar a analizar otra variable que nos permita relativizar ese TSS alcanzado.
Como en todo lo que ocurre en torno al potenciómetro, la gran riqueza de información que aporta se basa en que es necesario cruzar varios datos para obtener una conclusión final. Por ello, para valorar correctamente el TSS que nos sirve de ejemplo (90) se utiliza el factor de intensidad (IF), esto es, el dato que nos indica a qué intensidad ha sido realizado el esfuerzo en comparación con el FTP (Funtional Thresold Power) del deportista. Así, en una sesión con un TSS de 90 que se haya prolongado 60’, el IF habrá sido elevado, en torno a 0,95 (lo que indicaría un entrenamiento en la Zona-4) mientras que en la sesión con el mismo TSS (90) pero que ha sido de dos horas de duración, el IF se situará en torno a 0,67 (esto es, un entrenamiento en Zona-2).
Pero además de poder utilizar el TSS de manera precisa para planificar, controlar y analizar las cargas de entrenamiento, otra gran ventaja estriba en que permite saber con exactitud el grado de exigencia que supone una competición. Por ejemplo, en los 180km del IRONMAN ha sido bien descrito el TSS ideal que debe de alcanzar un triatleta para poder completar después su mejor maratón y con ello lograr su mejor tiempo final en ese evento. Esa cifra oscila (en función de las cualidades del deportista y del tiempo que puede invertir en el sector de ciclismo) entre un TSS de 227 y de 309 (datos publicados por Joe Friel en su libro Going Long).
Sin embargo, si hablamos de ciclismo en ruta, una prueba también de larga distancia como la Quebrantahuesos, puede llevar a un ciclista a acumular un TSS de más de 400-450 al final de los 197,98km. Claro está que al llegar a meta el ciclista no debe de seguir corriendo tras dejar la bicicleta por lo que ha de pedalear en su máximo esfuerzo (relativo a la distancia/tiempo) durante toda la QH. A partir de ahí, el entrenador debe de planificar durante la temporada sesiones que vayan reproduciendo ese TSS que llegará a alcanzar su deportista el día de la competición, de manera que su preparación sea totalmente específica de cara al IRONMAN que quiera conquistar. Individualizar al máximo el entrenamiento mediante el TSS es posible y gracias a ello se puede lograr que cada deportista alcance su mejor versión en el momento clave de toda temporada, el momento de competir.