Ciento setenta y seis ciclistas comenzaron la competición más importante del mundo del ciclismo: el Tour de Francia. Al acercarse a ese pelotón se observan piernas esculpidas al detalle, miles de kilómetros después de haber comenzado a girar las bielas, allá por el mes de diciembre, todos rumbo al máximo rendimiento.
Sin embargo, al adentrarse en ese grupo multicolor de maillots los protagonistas del pelotón se caracterizan por cualidades bien diferenciadas, como diferente es su entrenamiento.
A saber: un grupo, el más reducido, se dedica a buscar su momento de gloria al aparecer como misiles en los últimos metros de una llegada al sprint. Un cuerpo como el de Kittel es incomparable con el del resto: musculaturas mucho mayores y gracias a ello la capacidad para generar una potencia descomunal. En los últimos segundos antes de cruzar la meta pueden llegar a mover hasta 1500 vatios, algo que supone que los que quieren ganar deben generar entre 23,50-23,16 vatios por cada kilogramo de peso corporal durante esos últimos cinco segundos de disputa entre locomotoras humanas.
Un segundo grupo de habitantes del pelotón lo suponen aquellos que tratan de cazar su etapa entrando en una de las escapadas. Son expertos rodadores que también lucen en las clásicas de un día o en el Campeonato del Mundo, cuando se acumulan más de doscientos kilómetros sobre la bicicleta y la máxima potencia es clave para entrar en la fuga buena, aquella en la que se jugarán la gloria. Ahí es donde más destaca Sagan. Su cuerpo está a medio camino entre los esprínter y los escaladores, ni tan musculados ni tan finos, y pueden llegar a mover en los test de cinco minutos que realizan hasta 7,60-7,46 vatios por cada kilogramo de peso corporal.
Finalmente se divisa a los escaladores, aquellas plumas que se llevan la gloria final de ganar en los ascensos míticos y en las grandes vueltas. La clave de todo su rendimiento radica en su peso y es que, cuanto mayor es la pendiente de un puerto y mayor es la longitud de éste, más importante es la ligereza y poder generar una cifra lo más próxima posible a 6,62-6,50 vatios por kilogramo de peso (en un test de 20 minutos). El día a día de Froome, sus entrenamientos, su comida y su descanso están planificados para poder desarrollar esa potencia y sabe que en esa cifra está la respuesta a si será capaz de optar a la victoria final o no. Antes de comenzar la competición él ya conoce sus opciones reales.
Datos y más datos. Todo analizado y calculado en cada entrenamiento para que cada ciclista explote sus mejores cualidades. Pero, ¿cómo saber las características de cada persona para incluirlo en el grupo de esprínter, rodadores o escaladores? Sencillo, a partir de un protocolo de cuatro test pedaleados a la máxima intensidad durante diez segundos y uno, cinco y veinte minutos, que analizados con las herramientas y conocimientos adecuados muestran en qué nivel se encuentra ese ciclista en relación a cualquier otro del mundo, llámese Kittel, Sagan, Froome o el aficionado que entrena tres veces por semana. Éste, en los mismos test que los mejores del mundo sería capaz de desarrollar una potencia de alrededor de 12,28, 3,13 y 2,69 vatios por kilogramo de peso en los test de diez segundos, cinco minutos y veinte minutos respectivamente: evidentes las diferencias.
Y es que nada ni nadie se escapa a ese minúsculo medidor llamado potenciómetro que ahora calcula con exactitud absoluta el nivel de cada ciclista y cómo incrementarlo. Los vatios muestran la realidad de cada ciclista.
Que buen artículo. Grande Joserra, animo y creciendo día a día. Maestro!
Ya sabes gran Rafa: la ciencia es la solución actual para llegar al máximo rendimiento, si bien hemos de seguir manteniendo la atención a lo que el deportista siente ya que estamos hablando de seres vivos que deben de ser entendidos siempre desde una perspectiva integral, como un todo, donde cada variable interviene de forma clave.
¡Sigamos viviendo, sintiendo y pedaleando!
Rafa: ¡gracias por tu comentario!
Me alegro enormemente de que hayas disfrutado con el artículo que, como has comprobado, trata de desgranar a ese gran grupo de deportistas que día tras día demuestran la implicación máxima con su pasión: pedalear.
Es maravilloso observar cómo una persona puede seguir, seguir y seguir hasta límites que en otros deportes y otros ámbitos son impensables. Es fantástico ver cómo un ciclista que acaba de caer y golpearse duro con el suelo, lleno de heridas y de sangre, es capaz de levantarse y continuar dando pedales sencillamente por el amor y el respeto que tiene hacia su deporte que además, hoy en día, le supone un medio de vida a través del que vivir realmente como profesional, algo que todos los ciclistas del gran pelotón merecen por lo que dan al deporte de las dos ruedas y por todo lo que nos enseñan a diario: esa metáfora que puede ser aplicable a la vida misma, esa lección que dice… «de cada caída, de cada herida se puede sacar una experiencia con la que aprender, crecer y evolucionar hacia una persona mejor».
¡Gracias por leerme Rafa! ¡Sigamos aprendiendo!