Seis de la mañana. Crono en marcha. Comienza la sesión. El organismo parte de una situación estable en la que las condiciones son las ideales para afrontar la sesión que hay que completar. A partir de ahí, independientemente del deportista del que hablemos, entrenar le supondrá un esfuerzo físico, una salida de la zona de confort y estabilidad en la que se encuentra el cuerpo cuando está descansando.
Durante todas esas horas de esfuerzo, las demandas a nivel energético, metabólico, nervioso y estructural irán haciendo que la fatiga vaya incrementándose paulatinamente. Ese es el objetivo del entrenamiento: fatigar. La planificación tiene una meta: meses y meses destinados a encadenar cargas que originen en el interior del organismo la necesidad de sobreponerse a ese estado de fatiga controlada (positiva) y prepararse para la siguiente sesión.
Pero, si el entrenamiento (en su mayoría) es fatiga, ¿cuándo se mejora?, ¿cuándo se incrementa el nivel de rendimiento? Curiosamente, cuando se descansa. Es en ese momento cuando se produce la recuperación a todos los niveles. Pero no una recuperación hasta alcanzar el mismo punto del que se partía, sino una recuperación que aumenta ligeramente el nivel anterior que se tenía a las seis de la mañana, antes de poner el crono en marcha. A ese proceso se le conoce como: sobrecompensación.
El adecuado encadenamiento de sesiones que producen fatiga seguido de fases calculadas de descanso en las que dar tiempo a la sobrecompensación es lo que lleva al deportista a aumentar paulatinamente su nivel conforme va descontando días en el calendario hasta colocarse en la línea de salida de su competición principal. Esa fecha, su nivel de rendimiento deberá ser el mayor, el más alto en toda su planificación. Con ese objetivo se entrena.
Suena la señal de salida y la exigencia llega a ser máxima. Instantes para los que se ha estado cuidando cada detalle, en los que el límite de la resistencia física y mental se ponen a prueba, en los que desear la meta es sinónimo de alcanzarla.
Está claro que cualquier prueba de resistencia requiere de un esfuerzo sublime. Consecuencia: una fatiga extrema a todos los niveles cuando se finaliza la competición. Minutos en los que la alegría se funde con la extenuación, en los que la emoción de haber conseguido el objetivo se mezcla con la sensación de energía cero en el cuerpo. Minutos, sin embargo, en los que muchas mentes comienzan a volar hacia el siguiente reto pensando: ¿qué competición haré la temporada que viene?
Pero es momento de parar. Es momento de descansar. Es momento de permitir al cuerpo y a la mente una recuperación (necesaria) a todos los niveles. Al mismo tiempo, es el instante perfecto para que, gracias a esas semanas (e incluso meses) posteriores a finalizar la competición principal se facilite al organismo asimilar y consolidar lo que durante toda la planificación ha ido consiguiendo: aumentar su nivel de rendimiento.
Por ello se hace preciso reducir la exigencia, permitir que el cuerpo cierre las heridas. Serán meses de transición hasta el inicio de la siguiente temporada en los que el entrenamiento debe estar presente y bien equilibrado con días de descanso total. De esa forma se conseguirá la mayor y mejor sobrecompensación posibles, ya que el organismo aumentará así sus posibilidades potenciales de rendir por encima del nivel que alcanzó en la temporada que termina.
Dave Scott, uno de los triatletas más importantes de toda la historia y gran entrenador en la actualidad expresó con una frase la importancia de la fase de transición (la que va de una temporada a la siguiente): “los campeones se hacen fuera de la temporada”. Con ello hace referencia a que es clave tener planificado el entrenamiento en dicha fase para, por una parte asimilar lo entrenado hasta la fecha y por otra lograr que el rendimiento en la siguiente temporada sea todavía mayor que en la pasada. No vale entrenar de cualquier forma y no vale no entrenar. El que quiere dar un salto en su rendimiento debe de seguir entrenando correctamente y debe de saber descansar al mismo tiempo entre esos entrenamientos.
Por una parte, si tras finalizar una temporada se mantiene el nivel de exigencia elevado la asimilación y consolidación de lo anteriormente entrenado no se conseguirá debido a que se llegará a un estado de fatiga demasiado prolongado, perdiendo en parte lo mejorado hasta la fecha.
Unido a ello, cuando se pretendan abordar las fases más exigentes de la siguiente planificación el organismo no estará totalmente preparado, no podrá dar lo mejor de sí mismo a causa de la inexistencia de un periodo (necesario) de menor intensidad. Como consecuencia, las recuperaciones serán peores y las posibilidades de empujar hacia arriba el nivel de rendimiento serán mucho menores. El desgaste acumulado ocasionado por un déficit en el descanso incluso podrá llegar al peor de los escenarios: el sobreentrenamiento.
El otro extremo también será cierto: si no se entrena absolutamente nada durante la fase de transición, la práctica totalidad de las adaptaciones, de las mejoras, se habrán perdido y con ello se volverá a partir del mismo punto de inicio que en la temporada anterior.
Así pues, el término medio será la respuesta. Pasará a ser esencial el entrenamiento de la fuerza para consolidar estructuras funcionales (articulaciones, tendones, ligamentos y huesos) y ganar además un nivel de fuerza superior basado en una planificación personalizada que se dirija a los puntos clave que cada deportista necesita mejorar.
Al tiempo, sesiones combinadas de alta intensidad (muy cortas) y de baja intensidad (regenerativas) serán fundamentales para crecer mientras se aposenta la planificación anterior. Además, otros estímulos que no son los habituales, practicando deportes distintos al específico de cada persona, también serán positivos tanto a nivel fisiológico como a nivel mental debido a que el cambio de actividad será un atractivo y un nuevo incentivo.
En conclusión, para conseguir que la siguiente temporada sea mejor que la que actual, al finalizar la última competición principal, además de aumentar el descanso, planifica tu entrenamiento de forma personalizada para que la fase de transición que va de una temporada a la siguiente tu rendimiento comience a apuntar hacia arriba de cara al siguiente reto con el que sueñes.